Las hermanas se
quedaron inmóviles y la gente comenzó a mirarlas con desconfianza y rechazo.
Algunos susurraban con sus vecinos y otros criticaban a viva voz, pero había un
grupo que estaba furioso y maldecían en voz alta la llegada de “estas mocosas”
haciendo referencia a Paz y Olivia. Cuando reaccionaron, la multitud estaba
enardecida y las había rodeado, sin dejarles escapatoria.
El joven actor
llegó exhausto a la capilla del pueblo; abrió de un golpe la gran puerta doble
hoja y corrió hasta el altar, donde se arrodilló frente a una imagen de la
Virgen María y comenzó a rezar llorando desconsoladamente
-Dios te salve,
María -rezaba entre sollozos.- llena eres de gracia. El señor es...
-¡Dante! -lo
interrumpió una voz imponente.
Volteó para
ver el origen de esa voz y descubrió en una imagen casi Divina como entraba en
el lugar la sombra de un hombre con una larga túnica, escoltada por la luz del
ocaso.
- ¡¿Qué están
haciendo?! ¡No entienden nada! ¡No pueden negar el destino, es por el bien de
todos!- sentenciaba la voz de una mujer mientras se escuchaba cada vez más
cerca.
El pueblo calló.
La mujer finalmente se hizo visible surgiendo de entre la gente, e invitó a las
hermanas a acompañarla. Ellas al ver que era su única salvación no lo dudaron;
Ciro se incorporó con un gran esfuerzo y emprendieron camino.
Cuando llegaron
a la casa de la señora, las invitó a sentarse en un precario pero muy cómodo
sillón mientras les preparaba un té casero de frutos rojos. Olivia no dejaba de
acariciar a su perro y Paz aprovechó la ocasión para observar la casa: se
encontraban en un amplio living comedor, separado de la cocina por una barra de
madera con banquetas de colores. La casa era antigua pero estaba pintada de
colores cálidos y vibrantes. Había mandalas dibujados en las paredes y
atrapasueños muy parecidos a los que habían encontrado en la tumba de su abuelo
colgando sobre las puertas. Cuando giró la cabeza para ver la pared que se
encontraba a sus espaldas vio varios cuadros donde el misterioso actor era el
protagonista.
- Hijita ¿Sos vos?- dijo una anciana
saliendo de una habitación contigua al comedor, e ignorando la presencia de las
hermanas.
- ¡Mamá!
¡Llegaste!- dijo la mujer, aún anónima, mientras la abrazaba.
- Siempre tan
exagerada, hija. Me fui por unas horas a visitar al amor de mi vida, no veo
nada de malo en ello.
- Si, ya se.
Pero vos sabés que yo
sufro cada vez que viajas por ruta, mamá.
Enorme fue la
sorpresa cuando el abrazo terminó; la anciana y las chicas se vieron y se
reconocieron al instante. Era la simpática viejita del cementerio.
- ¿Usted?-
dijeron las jóvenes al unísono.
- ¡Son ellas!-
exclamó la mujer dirigiéndose a su hija pero sin dejar de mirarlas con sus ojos
llenos de amor y su sonrisa tan dulce.
- ¡Yo sabía, yo
sabía!- exclamó eufórica su hija- ¡Viste mamá, papá tenía razón! ¡Están
haciendo el viaje!
- Odio decirlo
pero tu padre siempre tenía razón.- admitió sonriendo- Niñas, que ustedes estén
aquí no es casualidad.- dijo, ahora dirigiéndose a las hermanas.
- Señoras, no
quiero parecer irrespetuosa pero… creo que ustedes saben mucho más que nosotras
y me gustaría que nos lo cuenten ya que nos puede ser útil para nuestro viaje,
del cual aparentemente están al tanto.- Paz disfrazó con palabras elegantes la
incomodidad que le producía que dos desconocidas sepan tanto sobre ellas.
- ¡Perdón! ¡Mil
disculpas, mi amor, somos unas desconsideradas!- dijo la señora mayor sintiéndose
muy culpable.- Ella es mi hija Libertad y yo soy Carmen; vivimos toda nuestra
vida en este pueblito. Antes nos acompañaba mi marido, el padre de Libertad,
pero murió hace ya más de veinte años en un accidente de tránsito. Su tumba está en
la ciudad donde viven ustedes y hoy sería nuestro aniversario de casados, por
eso nos encontramos en el cementerio, querida.- explicó Carmen con cierta
congoja notable en su voz.
- Hay algo que
sigue sin cerrarme.- acotó Olivia, que no se había separado ni un segundo de su
mascota.
- Es que a
ustedes les falta saber una parte de la historia.- interrumpió Libertad- y eso
es culpa de su padre.
Si bien a Paz y
a Olivia no les gustaba escuchar comentarios malintencionados sobre su padre,
el relato era muy bueno como para ser interrumpido.
Camilo era como
un héroe para su hijo, es
decir su padre, jovencitas.- comenzó a relatar Carmen con paciencia- Así
como Nicolás lo es para ustedes. Pero su relación se hizo aún más fuerte a
partir de la muerte de la madre de Nicolás, cuando él tenía apenas cinco años.
Desde ahí Camilo dedicó cada día a que su hijo sea feliz, relegando sus
amistades, trabajando todas las noches y haciendo incluso horas extras por la
tarde. Aunque parecía un padre ejemplar había una extraña conducta en él; al
menos dos veces por semana, después de almorzar, encerraba a su hijo en la casa
y le ordenaba que no saliera por nada del mundo. El nene escuchaba la puerta de
la cochera, seguida por el ruido del motor del auto de su padre que se alejaba
hasta desaparecer. Cuando se hacían exactamente las once de la noche, Camilo
volvía con una suculenta cena para dos comprada en algún restaurante, como si
nada hubiera pasado.
A medida que el
niño crecía también lo hacían sus dudas, y por más que se esforzaba para
hacerlo confesar sobre sus andanzas, siempre terminaba desistiendo ante la
negativa de su padre que, si bien no le mentía, tampoco le contaba toda la
verdad.
Fue un día de
diciembre el punto de inflexión en esta historia. Nicolás ya adolescente
decidió escaparse; se subió a la moto que había comprado para trabajar de delivery y siguió a su padre, que ésta
vez vestía un lujoso smoking negro.
El auto se detuvo delante de un monte, donde había una capilla; Nico observó
todo a escondidas, vio como su padre se paraba en el altar, vio como una mujer
vestida de blanco entraba desde la puerta principal; también vio, atónito e
incrédulo como ambos decían “Sí, acepto” y todo el pueblo allí presente
estallaba en un aplauso. En ese momento
la situación se hizo insoportable y en medio de un ataque de llanto decidió
volver a su ciudad. Su padre no se percató de la historia que se sucedía
paralela a su casamiento hasta que llegó a su casa; esa noche discutieron
terriblemente, la relación se deterioró tanto que nunca más volvieron a ser
padre e hijo, sino que siguieron compartiendo techo como dos desconocidos.
Años después
Nicolás se mudó con su novia, al mismo tiempo que la hija de Camilo con su
segundo matrimonio quedaba embarazada. Ante el inminente nacimiento de su
primer nieto, Camilo decidió mudarse definitivamente con ella y su madre, legando la
casa a su hijo para que forme una familia.
- Es
increíble, usted sabe mas de nuestro abuelo que nosotras.- acotó Olivia.
- Eso no es todo, querida. Cuando vos tenías
once meses, Nicolás no pudo mantener ese odio eterno e invitó a Camilo a que sea
el padrino de tu bautismo, como una forma de pedirle perdón. Desgraciadamente tu abuelo nunca
llegó; murió instantáneamente en un trágico choque en la ruta.
La expresión de las chicas mutó a un asombro
extremo. En minutos habían descubierto casi toda la vida de su padre y gran parte de la de su abuelo. Aún así,
Paz siempre quería saber más:
-Pero, hay algo que no entiendo… ¿Usted como
sabe tanto?
Ésta vez fue Libertad quien respondió:
-
¿Todavía no te diste cuenta? Esa segunda familia somos nosotros, y ese
chico que salió corriendo al verlas es mi hijo.