29.3.12

Novela - Capitulo 5


   Las hermanas se quedaron inmóviles y la gente comenzó a mirarlas con desconfianza y rechazo. Algunos susurraban con sus vecinos y otros criticaban a viva voz, pero había un grupo que estaba furioso y maldecían en voz alta la llegada de “estas mocosas” haciendo referencia a Paz y Olivia. Cuando reaccionaron, la multitud estaba enardecida y las había rodeado, sin dejarles escapatoria.

 

   El joven actor llegó exhausto a la capilla del pueblo; abrió de un golpe la gran puerta doble hoja y corrió hasta el altar, donde se arrodilló frente a una imagen de la Virgen María y comenzó a rezar llorando desconsoladamente
   -Dios te salve, María -rezaba entre sollozos.- llena eres de gracia. El señor es...
   -¡Dante! -lo interrumpió una voz imponente.
   Volteó para ver el origen de esa voz y descubrió en una imagen casi Divina como entraba en el lugar la sombra de un hombre con una larga túnica, escoltada por la luz del ocaso.



  La ronda se hacía cada vez más pequeña, y Ciro que nunca se había separado de su lado, al sentirse intimidado y en el afán de proteger a su dueña atacó a un hombre robusto y con un tupido bigote. El hombre le azotó una terrible patada alejándolo varios metros, se escuchó el doloroso quejido de Ciro, seguido de un grito ahogado de Olivia, que se abalanzó sobre su mascota y lo abrazó en el mismo instante en el que soltaba su llanto. Paz adoptó una postura totalmente desafiante y justo cuando iba a descargar su furia con el hombre de bigote irrumpió desde la multitud una voz indignada.
   - ¡¿Qué están haciendo?! ¡No entienden nada! ¡No pueden negar el destino, es por el bien de todos!- sentenciaba la voz de una mujer mientras se escuchaba cada vez más cerca.
   El pueblo calló. La mujer finalmente se hizo visible surgiendo de entre la gente, e invitó a las hermanas a acompañarla. Ellas al ver que era su única salvación no lo dudaron; Ciro se incorporó con un gran esfuerzo y emprendieron camino.
   Cuando llegaron a la casa de la señora, las invitó a sentarse en un precario pero muy cómodo sillón mientras les preparaba un té casero de frutos rojos. Olivia no dejaba de acariciar a su perro y Paz aprovechó la ocasión para observar la casa: se encontraban en un amplio living comedor, separado de la cocina por una barra de madera con banquetas de colores. La casa era antigua pero estaba pintada de colores cálidos y vibrantes. Había mandalas dibujados en las paredes y atrapasueños muy parecidos a los que habían encontrado en la tumba de su abuelo colgando sobre las puertas. Cuando giró la cabeza para ver la pared que se encontraba a sus espaldas vio varios cuadros donde el misterioso actor era el protagonista.
   - Hijita ¿Sos vos?- dijo una anciana saliendo de una habitación contigua al comedor, e ignorando la presencia de las hermanas.
   - ¡Mamá! ¡Llegaste!- dijo la mujer, aún anónima, mientras la abrazaba.
   - Siempre tan exagerada, hija. Me fui por unas horas a visitar al amor de mi vida, no veo nada de malo en ello.
   - Si, ya se. Pero vos sabés que yo sufro cada vez que viajas por ruta, mamá.

   Enorme fue la sorpresa cuando el abrazo terminó; la anciana y las chicas se vieron y se reconocieron al instante. Era la simpática viejita del cementerio.
   - ¿Usted?- dijeron las jóvenes al unísono.
   - ¡Son ellas!- exclamó la mujer dirigiéndose a su hija pero sin dejar de mirarlas con sus ojos llenos de amor y su sonrisa tan dulce.
   - ¡Yo sabía, yo sabía!- exclamó eufórica su hija- ¡Viste mamá, papá tenía razón! ¡Están haciendo el viaje!
   - Odio decirlo pero tu padre siempre tenía razón.- admitió sonriendo- Niñas, que ustedes estén aquí no es casualidad.- dijo, ahora dirigiéndose a las hermanas.
   - Señoras, no quiero parecer irrespetuosa pero… creo que ustedes saben mucho más que nosotras y me gustaría que nos lo cuenten ya que nos puede ser útil para nuestro viaje, del cual aparentemente están al tanto.- Paz disfrazó con palabras elegantes la incomodidad que le producía que dos desconocidas sepan tanto sobre ellas.
   - ¡Perdón! ¡Mil disculpas, mi amor, somos unas desconsideradas!- dijo la señora mayor sintiéndose muy culpable.- Ella es mi hija Libertad y yo soy Carmen; vivimos toda nuestra vida en este pueblito. Antes nos acompañaba mi marido, el padre de Libertad, pero murió hace ya más de veinte años en un accidente de tránsito. Su tumba está en la ciudad donde viven ustedes y hoy sería nuestro aniversario de casados, por eso nos encontramos en el cementerio, querida.- explicó Carmen con cierta congoja notable en su voz.
   - Hay algo que sigue sin cerrarme.- acotó Olivia, que no se había separado ni un segundo de su mascota.
   - Es que a ustedes les falta saber una parte de la historia.- interrumpió Libertad- y eso es culpa de su padre.
   Si bien a Paz y a Olivia no les gustaba escuchar comentarios malintencionados sobre su padre, el relato era muy bueno como para ser interrumpido.
   Camilo era como un héroe para su hijo, es decir su padre, jovencitas.- comenzó a relatar Carmen con paciencia- Así como Nicolás lo es para ustedes. Pero su relación se hizo aún más fuerte a partir de la muerte de la madre de Nicolás, cuando él tenía apenas cinco años. Desde ahí Camilo dedicó cada día a que su hijo sea feliz, relegando sus amistades, trabajando todas las noches y haciendo incluso horas extras por la tarde. Aunque parecía un padre ejemplar había una extraña conducta en él; al menos dos veces por semana, después de almorzar, encerraba a su hijo en la casa y le ordenaba que no saliera por nada del mundo. El nene escuchaba la puerta de la cochera, seguida por el ruido del motor del auto de su padre que se alejaba hasta desaparecer. Cuando se hacían exactamente las once de la noche, Camilo volvía con una suculenta cena para dos comprada en algún restaurante, como si nada hubiera pasado.
   A medida que el niño crecía también lo hacían sus dudas, y por más que se esforzaba para hacerlo confesar sobre sus andanzas, siempre terminaba desistiendo ante la negativa de su padre que, si bien no le mentía, tampoco le contaba toda la verdad.
   Fue un día de diciembre el punto de inflexión en esta historia. Nicolás ya adolescente decidió escaparse; se subió a la moto que había comprado para trabajar de delivery y siguió a su padre, que ésta vez vestía un lujoso smoking negro. El auto se detuvo delante de un monte, donde había una capilla; Nico observó todo a escondidas, vio como su padre se paraba en el altar, vio como una mujer vestida de blanco entraba desde la puerta principal; también vio, atónito e incrédulo como ambos decían “Sí, acepto” y todo el pueblo allí presente estallaba en un aplauso.  En ese momento la situación se hizo insoportable y en medio de un ataque de llanto decidió volver a su ciudad. Su padre no se percató de la historia que se sucedía paralela a su casamiento hasta que llegó a su casa; esa noche discutieron terriblemente, la relación se deterioró tanto que nunca más volvieron a ser padre e hijo, sino que siguieron compartiendo techo como dos desconocidos.
   Años después Nicolás se mudó con su novia, al mismo tiempo que la hija de Camilo con su segundo matrimonio quedaba embarazada. Ante el inminente nacimiento de su primer nieto, Camilo decidió mudarse definitivamente con ella y su madre, legando la casa a su hijo para que forme una familia.
   - Es increíble, usted sabe mas de nuestro abuelo que nosotras.- acotó Olivia.
   - Eso no es todo, querida. Cuando vos tenías once meses, Nicolás no pudo mantener ese odio eterno e invitó a Camilo a que sea el padrino de tu bautismo, como una forma de pedirle perdón. Desgraciadamente tu abuelo nunca llegó; murió instantáneamente en un trágico choque en la ruta.
   La expresión de las chicas mutó a un asombro extremo. En minutos habían descubierto casi toda la vida de su padre y gran parte de la de su abuelo. Aún así, Paz siempre quería saber más:
   -Pero, hay algo que no entiendo… ¿Usted como sabe tanto?
   Ésta vez fue Libertad quien respondió:
   -  ¿Todavía no te diste cuenta? Esa segunda familia somos nosotros, y ese chico que salió corriendo al verlas es mi hijo.




14.3.12

Novela - Capitulo 4


Miranda era un pequeño pueblo con un promedio de 80 habitantes. No era fácil acceder a él pero esto no era una molestia para los pueblerinos ya que así había sido pensado por los fundadores. Un largo camino de tierra por donde pudieran transitar carretas y otros vehículos; luego, el camino se estrecha hasta dejar un caminito por donde solo se puede acceder caminando o, en su defecto, en bicicleta. A la izquierda, grandes extensiones de tierra con plantaciones capaces de alimentar al triple de su poblado, y a la derecha, un gran monte de pinos y eucaliptos con un iluminado claro central donde se encuentra la capilla del pueblo. Siguiendo por el camino nos encontramos finalmente con las casas familiares, dispuestas en semicírculo alrededor de un hermoso parque de césped y flores.

A solo kilómetros de distancia se encontraban Paz y Olivia de nuevo viajando, pero ésta vez no estaban solas. Cuando las chicas se disponían a leer una carta que habían encontrado dentro del panteón, junto a dos atrapasueños sobre la tumba de su abuelo, recibieron la llamada de sus padres, diciendo que Ciro no paraba de llorar e intentaba escaparse a toda costa; por lo tanto volvieron y aprovecharon la ocasión para leer la carta junto a sus padres, la cual decía algo así:

“Hace mucho tiempo cuando el mundo era joven, Un viejo líder espiritual estaba en una montaña alta y tuvo una visión. En esa visión Iktomi, el gran maestro de la sabiduría apareció en la forma de una araña y le hablo en un lenguaje sagrado, que solo los líderes espirituales de su comunidad podían entender.

Mientras le hablaba, la araña tomo un aro de sauce, plumas, pelo de caballo, cuentas y ofrendas y empezó a tejer una telaraña.

Habló con el anciano acerca de los círculos de la vida, de como empezamos la vida como bebes y crecemos a la niñez y después a la edad adulta, finalmente nosotros vamos a la ancianidad, donde debemos ser cuidadosos como cuando éramos bebes completando el circulo.
Pero Iktomi, mientras continuaba tejiendo su red, dijo: “en cada tiempo de la vida hay muchas fuerzas, algunas buenas otras malas, si te encuentras en las buenas fuerzas ellas te guiaran en la dirección correcta. Pero si tú escuchas a las fuerzas malas, ellas te lastimaran y te guiaran en la dirección equivocada.
Hay muchas fuerzas y diferentes direcciones y pueden ayudar a interferir con la armonía de la naturaleza.
También con el gran espíritu y sus maravillosas enseñanzas.
Mientras la araña hablaba continuaba entretejiendo su telaraña, empezando de afuera y trabajando hacia el centro.

Cuando Iktomi termino de hablar, le dio al anciano la red y le dijo: ve la telaraña es un circulo perfecto, pero en el centro hay un agujero, usa la telaraña para ayudarte a ti mismo y a tu gente, para alcanzar tus metas y hacer buen uso de las ideas de la gente, sueños y visiones.
Si tu crees en el gran espíritu, la telaraña atrapara tus buenas ideas y las malas se irán por el agujero.
El anciano, le paso su visión a su gente y ahora los indios usan el atrapasueños como la red de su vida.
Este se cuelga arriba de sus camas, en su casa para escudriñar sus sueños y visiones.
Lo bueno de sus sueños es capturado en la telaraña de vida y enviado con ellos, lo malo de sus sueños escapa a través del agujero en el centro de la red y no será más parte de ellos.
Ellos creen que el atrapasueños sostiene el destino de su futuro.

Cuando llegaron a Miranda, ahora acompañadas fielmente por Ciro y luciendo unos hermosos atrapasueños colgando sobre sus pechos, debieron dejar el colectivo al comienzo del monte y continuar el recorrido a pie.
Finalmente el camino desembocó en ese hermoso semicírculo de césped perfecto y flores perennes pero no había nadie allí; o por lo menos eso parecía.
Empezaron a recorrer casa por casa, la mayoría de las puertas y ventanas estaban abiertas. Paz alcanzó a ver que en una de ellas había una pava en el fuego con el agua hirviendo; en otra, el almuerzo estaba servido en la mesa pero no había nadie comiéndolo; detalles qué indicaban que los habitantes no podrían haberse ido muy lejos.
 -Paz ¿No te da un poco de miedo todo esto?- Preguntó Olivia. –Quizás les haya pasado algo.
-Es imposible que les pase algo a todos juntos, debe ser otra cosa, es como si el pueblo estuviera paralizado, como si estuvieran todos en algún lugar.-Supuso la hermana menor.
De repente se escucharon gritos y voces, seguidos de un ferviente aplauso, pero todo muy lejano. Ciro, sin dudarlo, se dirigió corriendo por un estrecho y extenso callejón que había entre dos de las casonas más grandes y antiguas del pueblo. Las hermanas se miraron incrédulas y sin decir una palabra entendieron que debían ir tras él.
Recorrieron varios metros de oscuros y retorcidos pasadizos hasta llegar a un pasillo recto con una cegadora luz al final. Ciro ya las esperaba allí, así que comenzaron a correr hasta llegar a la luz.
No podían creer lo que veían, era un gran anfiteatro natural. La escenografía era un tranquilo arroyo rodeado de juncos y árboles; el sol aportaba los rayos necesarios para crear luces y sombras perfectas. En primer plano había un pequeño escenario donde se encontraba un solo actor en escena, moviéndose enérgicamente, desplazándose por todo el escenario, incluso entre los espectadores que eran alrededor de 50 y estaban sentados en sillas, bancos y banquetas de todo tipo y color.
Se fueron acercando para formar parte del público y se quedaron paradas en la última fila. Fue justo cuando comenzaban a involucrarse en la historia que el actor las vió allí, paradas y destacándose del resto; en ellas se resumía su miedo al futuro y a despegarse de su pasado. Se detuvo en seco y se quedó mirándolas fijamente.
Olivia giró la cabeza para ver si había alguien mas a quién él pudiera estar mirando, pero no encontró a nadie. La expresión del joven se convirtió de incredulidad a una furia contenida y el público comenzó a darse vuelta poco a poco para observar lo mismo que él miraba tan fijamente. Las hermanas quedaron petrificadas cuando comenzó a bajar del escenario con un paso firme y decidido y se dirigió hacia ellas.
-¿Cómo llegaron? ¿Qué hacen acá?- Sentenció el joven, sin darles tiempo a contestar -¡No deberían estar acá! ¡NUNCA TENDRÍAN QUE HABER VENIDO!- Gritó, y desapareció corriendo por el pasadizo cuasi secreto.

23.2.12

Novela - Capítulo 3


Entre carta y carta, las jóvenes fueron descubriendo que el verdadero deseo de su abuelo era que visiten distintas ciudades y pueblos del país, aunque todavía no había un motivo aparente.
El recorrido estaba, en su mayoría, librado al azar; ya que él prefería dejar algunas cosas en manos del destino – si es que tal cosa existía
Los días siguientes se sucedieron rutinariamente, convirtiéndose en semanas. Si bien Paz y Olivia estaban cada vez mas entusiasmadas y no dejaban de pensar en su viaje cada vez mas próximo, habían logrado concentrarse para rendir los exámenes del colegio y los finales de la facultad respectivamente, obteniendo excelentes calificaciones.
Las hermanas habían logrado esbozar una hoja de ruta, según los lugares que debían visitar obligadamente. Irían hacia el Norte, luego se dirigirían hacia el extremo Sur y posiblemente luego volverían a su ciudad. Este mapa, por supuesto, estaba sujeto a cambios todo el tiempo.

“No soy de aquí, ni soy de allá
No tengo edad ni porvenir
Y ser feliz es mi color de identidad”
Decía uno de los escritos firmados por Camilo, emulando a Facundo Cabral. A partir de esto -que las jóvenes interpretaron como importante- decidieron que Miranda, el pueblo homónimo de su madre en el cual había nacido su abuelo sería el primer destino.
Los días previos a la partida los dedicaron pura y exclusivamente a poner en condiciones el interior del vehiculo. Sobre uno de los lados, y con ayuda de Nicolás, colocaron una mesa con un sillón rodeándola, al estilo de una cafetería vintage. Mas atrás, contra la puerta del fondo, había una cama cucheta a la que adicionaron unos colchones en el suelo, unas lucecitas navideñas trepando como si se tratara de una enredadera artificial dando una luz tenue y un gran cortinado bordó, separando este sector del resto del colectivo. Lo demás estaba ocupado por muebles con libros, ropa, comida y elementos básicos para vivir. Paz se encargó de rellenar los recovecos que quedaban libres en las paredes con posters de Coldplay y The Beatles, sus bandas preferidas.
Decidieron que lo mejor era emprender el viaje cuanto antes, porque el verano y las vacaciones las limitaban.
El día de la partida se sentía raro; había llovido durante días y la tormenta había cesado horas antes. Todo era gris pero el sol comenzaba a asomarse. Era raro, se sentía raro. Miranda y Nicolás las abrazaron emocionados, ellos sabían lo que venía, por eso no querían retenerlas. Las hijas se subieron felices a su “casita rodante” aunque tenían un poco de miedo; ese miedo típico a lo que viene y se desconoce.
Olivia agarró el volante, la hacía sentir importante, responsable, libre.
- ¿Qué sentís?- le preguntó a su hermana, que observaba compungida como recorrían por última vez en semanas, quizás meses, las calles de su ciudad.
- Paz- respondió ella irónicamente. Y esa palabra quedó resonando en su cabeza, como si la estuvieran llamando.
Iba mirando sin mirar por la ventanilla, hasta que su mirada se posó inconscientemente sobre una cruz blanca, bajando la vista descubrió que sobre la pared y a modo de moldura estaba escrito su nombre en latín: PAX. Mas abajo, una enorme puerta de rejas conducía al cementerio local. Si bien esto llamó su atención sobremanera, no logró relacionarlo con nada en especial hasta que pasaron por un bar de ruta, bastante precario, llamado “El encuentro”. Esto remitió a Paz a la primer carta de su abuelo, que comenzó a buscar desaforadamente. Olivia vio el despliegue por el espejo retrovisor y alarmada le preguntó a su hermana que ocurría.
- Tenemos que volver al cementerio- Aseguró la menor.
Olivia creía profundamente en las corazonadas de su hermana, por eso detuvo el colectivo a un lado de la ruta, pero siempre fue más racional, lo que la llevaba a no arriesgarse lo suficiente.
- ¿Para qué? No está en los mapas que hicimos Pachi, perdemos tiempo.- Dijo, intentando convencer a su hermana y a su vez, a si misma.
- “hay solo dos lugares donde podemos estar juntos, uno es tu mente, Paz; y el otro, es tu homónimo.” – Recitó Paz y miró a su hermana esperando una respuesta.
- ¿Y? – Dijo Olivia sin entender, y con miedo a que su temperamental hermana se enoje.
- ¡Ese lugar “se llama” como yo! – Dijo Paz entrecomillando con sus dedos- ¡Ahí podemos encontrarnos con Camilo!
- ¿Vos decís que nos vamos a encontrar con un fantasma?
- No se Oli, no creo. Pero confiá en mi, por favor.
La hermana mayor calló y volvió a conducir el vehiculo, esta vez en dirección contraria.
Cuando llegaron al cementerio no sabían para donde ir, así que comenzaron a buscar según los años de muerte para ver en qué zona podía encontrarse la tumba de su abuelo.
La tarde comenzó a caer y el lugar se comenzó a tornar un tanto tétrico pero con una paz abrasadora. Las chicas, ya cansadas de buscar, comenzaron a simplemente observar; y fue ahí cuando encontraron un panteón familiar con un epitafio que rezaba: “No soy de aquí, ni soy de allá”. En ese panteón estaban las tumbas de Camilo y todos sus familiares.
- Si pertenecen a esa familia, acarrean grandes responsabilidades.-  Dijo una voz lúgubre y quebrada. Las hermanas giraron y vieron que detrás suyo había una anciana de apariencia débil que las observaba sentada desde un banco. La mujer se paró con la ayuda de un bastón y se acercó esbozando una sonrisa. Las chicas no encontraban nada de gracioso ni simpático en la situación, por eso permanecían inmóviles.
- ¿Qué sabe usted de ésta familia?- Se animó a decir Olivia.
- No mucho, aunque mucho más de lo que ustedes creen.
- ¿Podría dejar los enigmas, por favor? Es importante para nosotros.- Suplicó Paz.
- Ya lo se, hijita, ya lo se.- Dijo la anciana, sonriente.- Lo único que puedo decirles es que sigan sin miedo los grandes planes que les fueron asignados. Y que le hagan caso a su abuelo, aunque él es solo un mensajero.
La anciana sacó un par de flores de su canasta y se las dio, sonriente y mirándolas a los ojos. Su mirada denotaba un amor que las jóvenes no esperaban encontrar en un lugar así.
Cuando la mujer se fue, Paz reaccionó, y siguiendo un impulso arrancó la llave que le había regalado Camilo para su último cumpleaños, que ahora colgaba de su cuello.
- ¡Estás loca!- atinó a decir Olivia cuando adivinó sus intenciones.
Ya era demasiado tarde. Paz giró la llave y con un leve clic la puerta del panteón fue abierta.