30.12.11

Hasta mañana

Rogándole a la noche que nunca se termine;
pidiéndole al sol que no vuelva a salir.
Detesto, como siempre, que las cosas se olviden;
la luz, otra vez, me hace volver a morir.

Porque no tengo otra forma de sacarte de mi vida;
porque noches como estas me hacen sentir inmortal.
Una mirada inoportuna que me invita a la mentira,
quiero pero no debo, ¡Aunque no está nada mal!

Y acá estoy, buscándote, sintiéndote en otro lugar;
y asi estoy, muriéndome, viviéndome sin perdonar.
Y no me ves, te quiero acá,no hay mañana si no estás.
Qué pretendés, no puedo mas, no habrá pasado si te vas.

Ya no es hoy, quizás, no se. Mis ojos no lo quieren ver.
Ya no soy yo, quizás, no se, o eso es lo que vos crees.
No vuelvas mas, no estoy acá, ya nunca me vas a encontrar.
No vuelvas mas, ya no estaré, hasta mañana nena...si sigo vivo, no se.

27.12.11

¿Quién muere?

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. 


Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las íes a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos


Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. 


Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo. 


Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. 


Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. 


Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no pregunta de un asunto que desconoce o no responde cuando le indagan sobre algo que sabe. 


Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. 


Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.

21.12.11

Novela - Introducción (segunda parte)


La nena agarró al cachorrito que lloraba sin parar y lo acurrucó contra su pecho; automáticamente se calmó y no solo dejó de llorar, sino que también comenzó a mover la cola enérgicamente. La conexión era evidente.
El abuelo, tranquilo que dejaba a la niña en buena compañía, se despidió y se marchó caminando muy despacio, mientras tarareaba una canción casi susurrando. Minutos después llegó Nicolás del hospital. La pequeña Olivia se apuró y alcanzó a esconder a su mascota entre los almohadones del sillón.
- Oli ¡No sabes lo linda que es tu hermanita!- Comenzó a relatar Nicolás, eufórico.- Tiene los mismos ojos que vos, y el pelo rubio como mamá; cuando sea grande va a- Nicolás se detuvo en seco, podría haber seguido con la descripción de su hija menor y Olivia podría haber seguido fingiendo que allí no había pasado nada si no fuera porque el nuevo integrante de la casa se escapó de los almohadones y saltó a la falda de Nicolás.
La cara del padre era inconfundible, una rara mezcla entre enojo e incertidumbre.
- ¿Qué es esto?- Preguntó, aunque sabía bien qué era, pero no sabía cómo había llegado ese perro a su casa.
- Un perrito, papi- Poniendo énfasis en la última palabra con el fin de enternecer la situación.
- Ah, pensé que era un osito polar.- Dijo Nicolás irónicamente, aunque el parecido entre el cachorro y un oso polar recién nacido era bastante grande.- Me refiero a qué hace ese perro en mi casa- Sentenció.
- ¡No digas “ese perro” cuando hables de…cuando hables de Ciro.- Resolvió rápidamente Olivia, que tenía una larga lista de nombres pensados para cuando tuviese una mascota.
- Entonces ese tal Ciro va a tener que irse.- Dijo el padre, aunque sabía que eso era casi imposible.
- No se puede ir, papá; es un regalo.- Confesó Olivia.
- Vamos a devolverle el regalo a su dueño entonces. ¿Quién te lo regaló?
Olivia dudó un momento, pero creyó que lo mejor era contarle toda la verdad a su padre.
- Me lo regaló el abuelo Camilo, vino hace un rato, cuando vos y mamá no estaban. Siempre viene cuando ustedes no están, dice que ustedes no lo entienden como yo. Me dejó a Ciro. ¿Te gusta el nombre que le puse? Significa “El gran rey”. Ah, y me dijo que cuide mucho a mi hermanita y algunas cosas mas que no puedo contarte todavía.
Nicolás se perdió en la primera oración, según Olivia, su padre había traído a ese perrito que dejaba de ser tan despreciable como al principio para pasar a ser un verdadero regalo. La expresión de su cara no mutaba. La nena esperaba alguna respuesta, aunque sea negativa; si había algo que no soportaba era la incertidumbre.
Nicolás había dejado de mirar a su hija para mirar los portarretratos que había sobre unos estantes llenos de polvo. Entre las fotos había una donde estaba Camilo, vestido con su clásico sobretodo, y se había quitado el sombrero para la foto; el anciano estaba con Olivia en brazos, recién nacida. Miró esa foto detenidamente durante unos segundos, hasta que la niña lo liberó de su hipnosis con una pregunta directa.
- Papá, ¿Me lo puedo quedar? Por favor.- dijo, e intentó ser lo mas tierna posible.
Nicolás asintió con la cabeza y automáticamente Olivia empezó a abrazarlo y saltar de la alegría, pero él no lograba salir de su ensimismamiento. El perrito había dejado de ser un problema para él, ahora había otro problema mucho mas grande, que no tenía ni idea de cómo resolverlo. Sabía que Olivia era madura e inteligente pero nunca se había animado a hablar con ella sobre ese tema que ni él había aceptado aún.
Definitivamente había llegado el momento de afrontar juntos ese dolor sin resolver, era el momento de decirle a Olivia que su abuelo Camilo había muerto el día que ella cumplía 11 meses.


13.12.11

Novela. Introducción (Primera Parte)


Era casi el mediodía de un día primaveral, de uno de esos días que se empiezan a sentir los cambios, los olores, el calor acogedor; cuando Nicolás le dijo a su pequeña y única hija, entre sollozos de emoción y con la respiración agitada que subiera al auto porque tenían que ir urgente al hospital. La nena tomó aire, irguió la espalda para parecer unos años mayor, carraspeó y dijo:
- Papá, yo me quedo – con cierto aire de madurez en su voz.
Su padre, que estaba buscando desesperadamente las llaves del auto se detuvo en seco, boquiabierto; Olivia había elegido el peor momento para demostrar su independencia. Nicolás, que no acostumbraba a decir que no y que tampoco disponía de mucho tiempo para encontrar una solución adecuada, se arrodilló ante su hija y repasó rápidamente algunos puntos que Olivia tenía mas que claros.
- Oli, mi amor, tengo que llevar a mamá al hospital, está por llegar Paz, tu hermanita. Prometeme que no le vas a abrir la puerta a nadie, pero absolutamente a nadie. ¡Prometemelo!- exclamó al ver que la expresión de autosuficiencia de la niña no mutaba.
- Prometido.- dijo Olivia casi con arrogancia.
Su padre la abrazó y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba subiendo al auto donde se encontraba su mujer, Miranda, a punto de dar a luz.
La niña alcanzó a asomarse a la ventana para ver como el auto doblaba la esquina y desaparecía y así se aseguró de que sus padres no volverían por un largo rato. Cuando se alejó de la ventana, la niña empezó a observar la casa con otros ojos, al estar sola la pequeña casa en la que vivían parecía mucho más espaciosa, todo parecía más grande, más silencioso, más…raro. Pero esto estaba muy lejos de asustar a Olivia, y la radiante sonrisa que había aparecido en su rostro lo comprobaba.
Se paró en medio del living comedor, miró hacia todos lados como si se encontrara en un lugar nuevo por descubrir, pero siempre conservando su sonrisa. Comenzó a subir las escaleras que conducían al primer piso, donde se encontraban las habitaciones de los padres y su habitación, que pronto compartiría con su hermanita. Aunque la idea de dejar de ser hija única todavía la atormentaba un poco, Olivia estaba feliz, sabía que el momento del cual tanto le había hablado su abuelo Camilo había llegado. Si su abuelo no se equivocaba, este día marcaría el resto de sus vidas.
Olivia fue hacia el baño, se subió a un banquito para poder verse en el espejo y comenzó a peinarse, sabía que debía estar lista para recibir a Paz. Luego se dirigió a su habitación, que por cierto no era igual a las habitaciones de las niñas de su edad; esta habitación era muy acogedora pero muy seria a la vez. Todas las cosas estaban ordenadas, incluso la casita de muñecas que hacía años no usaba. Una de las paredes estaba ocupada por una gigantesca biblioteca, con cientos de libros en perfecto orden; Estos libros habían llegado a ella- en su mayoría- mediante su abuelo, que le obsequiaba uno cada vez que la iba a visitar.
Nicolás había dejado que su hija se quedara sola en su casa no porque fuera un inconsciente, sino porque confiaba plenamente en ella; que más de una vez había demostrado ser mucho más grande de lo que decía su edad cronológica. No solo por su madurez, sino también por su inteligencia, y su pasión por leer y releer los libros de esa biblioteca era el mejor testigo.
Una vez que terminó de cambiarse, Olivia volvió al living. Sorpresivamente allí la esperaba su abuelo, sentado en un sillón, mirando para abajo. Por debajo de su sombrero se alcanzaba a entrever una sonrisa, él siempre sonreía. Todavía no se había quitado su sobretodo ni había dejado su paraguas. “Nunca se sabe qué esperar de la naturaleza” respondía cada vez que su nieta le preguntaba por qué siempre lo llevaba consigo.
- ¡Abuelo!- Exclamó mientras corría a abrazarlo.
- Hola mi reina- contestó Camilo con su voz dulce pero áspera. - ¿Estás nerviosa? – Indagó de repente.
- No abue, estoy bien.
- Olivia, te conozco.- Desafió el anciano.
- Bueno si, no, en realidad tengo miedo, todavía no entiendo qué tengo que hacer- Dijo Olivia abandonando su personaje de mujer para mostrarse como realmente era; una nena, con miedos, inseguridades y preguntas; como cualquier niño.
Camilo sonrió. Olivia no podía creer que él se estuviera riendo ante tamaña confesión, pero apenas despegó los labios para quejarse, Camilo comenzó a hablar.
- No importa cómo, ni cuándo, ni dónde. Eso nunca importó querida, y tampoco debe importarte a ti. Tampoco debes preocuparte por algo que todavía no ocurrió. Cuando llegue el momento vas a entender todo, y vas a saber qué hacer. Confiá.
La niña quedó atónita, su cabeza era un mar de preguntas y obviamente ninguna tenía respuesta aún. Hubo un silencio. Olivia se tomó su tiempo hasta que por fin reaccionó, pero justo cuando iba a comenzar a atacar a su abuelo con preguntas, él la interrumpió.
- Yo voy a estar siempre para ayudarte, si es eso lo que te preocupa.
La nena volvió a quedarse callada, eso era lo único que quería saber.
- Pero por si yo llegara a irme algún día- Continuó diciendo mientras se levantaba trabajosamente del sillón- te traje a alguien que te va a ayudar siempre.
El anciano se dirigió hacia la puerta de entrada, la abrió y Olivia se acercó sin poder creer lo que veía, había una caja muy precaria pero a la vez hermosa, y adentro estaba el que iba a convertirse en su guía y compañero.

12.12.11

Sin querer queriendo-me


Me hiciste olvidar sin borrar
Me hiciste dormir sin pensar
Me hiciste querer sin saber
Hiciste que el tiempo se vuelva a detener.

Don't stop dreaming.


Cuando un sueño se frustra, es simplemente porque te quedó chico.
Es el momento perfecto para buscar un sueño nuevo y sentirlo propio. 
 Es el momento perfecto para volver a creer, pero ésta vez, con muchas mas fuerzas.